YADU GOPALA DAS (Vrindavan-India-2015)
“El amor es un fenómeno purificador que suele
evidenciar los inquietantes conflictos ya existentes (los problemas no
resueltos que subyacen ocultos en el corazón). El problema es lo que éste pone
al descubierto: el temor de no ser amado,
el escepticismo sistemático y cualquier otra resistencia. Estamos tan
habituados a vivir sin verdadero amor que cuando casualmente éste llega no
sabemos qué hacer con él pues, junto con el regocijo de tan grata experiencia,
aparece un ronroneo fantasmal que pretende amedrentarnos...
La
inesperada conmoción del verdadero amor nos aturde. Cuando lo que parecía
imposible se hace posible, una mezcla de incertidumbre instintiva y pánico
desconocido nos induce a interpretar el amor como un “problema” preocupante...
Pero si dos personas se enamoran es porque sus energías encajan; porque sienten
que ya no son dos entes separados sino dos mitades de una misma unidad; porque
cada una de ellas siente que sus expectativas afectivas han sido satisfechas
por la otra parte sin tener que pedirlo; porque el ajuste integral de
voluntades enriquece el flujo del amor, haciéndolo más intenso y colorido que
cuando estaban solos...
El
amor tiene vida propia, se manifiesta y desarrolla cómo, dónde y cuándo quiere,
creando las más variadas reacciones emotivas, pero dejando constancia de su
inequívoca vocación de estremecer con intensa dicha espiritual los corazones de
los enamorados. La energía del amor purifica la conciencia y deshace los nudos
creados por la desarmonía con la vida; inyecta el suero de la felicidad en las
almas de los enamorados, bombea sus sentimientos más nobles y tonifica su
totalidad divina y humana más allá de lo imaginable.
El amor puro, de por sí ambicioso y
juguetón, es el sentimiento más elevado y noble que existe más allá de toda
leyenda o utopía. Es muy raro de encontrar, y es tan precioso y puro como los
diamantes. Pero como la mayoría de las personas no suele estar familiarizada
con los diamantes, cuando el diamante del amor aparece en sus vidas los halla
tan poco aptos para apreciar la naturaleza de lo sublime, que no puede hacerles
vivenciar su inefable calidad y fabulosa
magnitud. Entonces su mentalidad puritano-conformista los atonta haciéndoles
creer que el fenómeno del amor es el causante de todos los problemas que suelen
afligirles. Pero el amor no es un “problema”; el problema es no comprender que
su agresiva presencia mística tiene por objeto purificar la pantanosa
conciencia material con la que habitualmente
es relativizado lo absoluto...
El
amor es para el alma lo que la respiración es para el cuerpo. Y, dado que somos almas, si nos falta el verdadero amor
desfallecemos por asfixia. Sin amor agonizamos, y en nuestro delirio
confundimos el verdadero amor con los cacareados amores que suponemos haber
vivido a través de nuestras experiencias meramente sexuales... Pero el
verdadero amor trasciende el sexo; entraña un continuo fluir compensatorio de
energía espiritual a todos los niveles; un júbilo sublime y expansivo que nos
sitúa en el ámbito nuclear de lo divino. Las parejas se enamoran de un no sé
qué compuesto de ternura y beatitud
sobrenatural que fluye entre ellos de forma expansiva y espontánea. La
complicidad de carácter espiritual que genera la intimidad amorosa entre dos
seres escogidos por el destino para experimentar el verdadero amor, es un
florecimiento de legitimidades categóricas que, de por sí, ahuyenta toda
concepción errónea acerca del amor. El verdadero amor no es apenas una flor de
temporada, sino un almácigo perenne que tarda años e incluso toda una vida en
desarrollarse y florecer en todas direcciones. Y sólo cuando progresa
libremente traspasa el plano biológico y revela su fabuloso contenido
espiritual. A quien diga que el amor es un problema, yo le pregunto: ¿Acaso
cuando el amor se convierte en el pináculo de la trascendencia puede llamársele
“problema”? Lo que pasa es que como el ritmo, velocidad y voluntad del
verdadero amor no coincide con los defectuosos parámetros que monopolizan
nuestro entendimiento, no podemos apreciar su extraordinaria excelencia e
insospechada magnitud... Concluyendo, el amor nunca es un problema; sólo es un
problema cuando no se ha comprendido en su totalidad.”
YADU GOPALA DAS
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